retorno

Vuelvo a la grabación (y espero no perder el hábito) con una melodía repleta de ukeleles, guitarras, melódicas, ebows y pequeños arreglos.

el destino de los sueños

Desde el primer segundo, este vídeo te captura con sus imágenes, el ritmo y volumen de la música. Poco a poco te va envolviendo y sientes un cosquilleo que se resuelve en una sonrisa cuando se llega al final. No suelo hablar aquí de videojuegos, pero hoy hago una excepción: se trata de la introducción a Little big planet, una pequeña maravilla. Y pulsa este enlace si lo prefieres en castellano (aunque tiene peor calidad de imagen).

Y otra versión alternativa con la misma idea:

Sony Little Big Planet from Clive Norman on Vimeo.

¿Dónde van tantos sueños?

two weeks – grizzlie bear

Poco a poco me voy enganchando a los psicodélicos Grizzlie Bear. Y vídeos como el siguiente sólo pueden ayudar: se trata de un montaje de la canción Two weeks con imágenes de Le ballon rouge, un cortometraje de 1956 ganador de un oscar y que os recomiendo ver (está disponible en este enlace).

La verdad es que esta canción debe de llamar a las musas, porque en Vimeo me he encontrado con este otro vídeo realizado completamente por un fan y que es realmente espectacular.

Y para terminar os dejo con el videoclip oficial y un enlace a un concierto que dieron en Interface

maurice jarre

Desde esta página un pequeño homenaje a Jarre padre. Sin sus bandas sonoras recordaríamos de un modo bien diferente aquellas películas que tuvieron la suerte de contar con él…

the road

Una vez hubo truchas en los arroyos de la montaña. Podías verlas en la corriente ambarina allí donde los bordes blancos de sus aletas se agitaban suavemente en el agua. Olían a musgo en las manos. Se retorcían, bruñidas y musculosas. En sus lomos había dibujos vermiformes que eran mapas del mundo en su devenir. Mapas y laberintos. De una cosa que no tenía vuelta atrás. Ni posibilidad de arreglo. En las profundas cañadas donde vivían todo era más viejo que el hombre y murmuraba misterio.

La carretera – Cormac McCarthy

vivamos como riquiños

Me despierto y pongo la radio. Da igual la frecuencia porque todas tienen un dueño al que rendir cuentas. Algunas utilizan formas groseras y otras ademanes correctos pero con un fondo ladino y viscoso. Al final tengo que apagar el receptor y vestirme rápido para lanzarme a la rutina.

Primero un café que revive a un muerto en una de las pocas cafeterías antiguas que no parece sacada de un moderno y frío catálogo . Es decir, con su póster del Deportivo, carteles de publicidad regalados por las marcas, mesas y sillas que parecen prestadas de un colegio de primaria. Quizás la forma se sacrifique pero gana la sustancia. La camarera me llama siempre «nené» y lleva prendido en el delantal una pequeña insignia que representa una torre de Hércules. Muchas veces me imagino cómo se coloca esa insignia: me gustan esos gestos cotidianos, sencillos, dignos. Pienso que a lo mejor yo también debería de adoptar alguno en mi vida, como dar cuerda a un reloj o regar una planta. No profundizo demasiado en el asunto.

Tras los buenos días me sirven un café fuerte (el mejor de la ciudad) y tres churros. Si tengo la suerte de coger un periódico le echo un vistazo rápido. Si tengo la mala suerte de coger uno gratuito tampoco le hago ascos. Cinco minutos como mucho y al «laburo», ese sitio donde pasas horas y horas y horas y horas apurado, concentrado, haciendo equilibrismos, escribiendo, respondiendo, organizando, desorganizando, planificando, desplanificando, vamos: trabajando… hoy salgo a las siete y veinte, recuerda que tienes que salir a las siete y veinte para llegar a fisioterapia a las siete y media.

Llego con cara seria y un poco agobiada pero a la hora indicada. Una vez allí comienzo a hacer mis ejercicios para recuperar el codo. Entra una anciana muy elegante en una silla de ruedas que empuja un chico joven. Ya la he visto más veces. Muy delgadita, con unas piernas que parecen palillos. Lleva siempre la cabeza apoyada en la mano derecha, con un deje un poco soñador. El chico se pone a hablar cariñosamente con ella. Poco a poco consigue que le responda. Al rato y con la ayuda de su hija la ponen de pie y se ponen todos a andar con pasitos muy cortos. Tardan a lo mejor cinco minutos en dar una vuelta completa a la sala. Cuando pasan justo a mi lado el fisio le pregunta a la anciana qué tal su novio, que si lo ha visto este fin de semana. Ella se ríe, en bajito y con voz de niña. Es una risa que lo llena todo y que sana, es una risa a prueba de tertulianos, de crisis, de triunfadores, de prisas, de dolor, de enfados…

Salgo de allí curado y con una sonrisa. Si es que no es tan difícil, leches: buen café y «riquiñez».

kodak carousel – mad men

Ya estoy enganchado a otra serie sin querer. Se trata de Mad men; ese grupo de publicistas en el New York de la década de los 60 que están siempre fumando, bebiendo y haciendo el amor como si mañana se fuera a terminar el mundo. Bueno, a veces también trabajan y el vídeo que os pongo no tiene desperdicio: el cliente es Kodak y el producto a lanzar el Carousel.

También os dejo el texto para que podáis seguir el discurso:

Nostalgia.
It’s delicate, but potent…
Teddy told me that in Greek, nostalgia literally means the pain from an old wound.
It’s a twinge in your heart, far more powerful than memory alone.
This device… isn’t a spaceship, it’s a time machine.
It goes backwards, forwards.
It takes us to a place where we ache to go again.
It’s not called the Wheel.
It’s called the Carousel.
It lets us travel the way a child travels.
Around and around and back home again, to a place where we know we are loved.

Claro que tiene trampa, pero es que son publicistas, ¡qué os esperabais!