pintando como Pollock

No sé dibujar. Los brazos los hago sin proporción, los ojos siempre descolocados y las orejas… ay las orejas: soy incapaz de pintar una oreja. Si pasamos al color la cosa se pone mucho peor porque sólo consigo manchar el papel. Pero hoy he encontrado inspiración en esta página que te permite emular a Pollock. Estoy tan feliz con los resultados que creo que voy a imprimir alguno y regalárselo a mi abuela.

abrazos gratis

Vivimos en un mundo de triunfadores agresivos. De auténticos corchos humanos. Por eso agrada encontrar este tipo de iniciativas: Free Hug Campaign. Puede que todo sea un simple montaje. De todos modos, me ha gustado.

colibri

No suelo hablar de programas por estas páginas. Pero creo que puedo hacer alguna excepción: se trata de Colibri, un clon para Windows de Quicksilver,esa pequeña maravilla que sólo se puede disfrutar en el Mac. Básicamente, se trata de un programa que sirve para lanzar a su vez otros programas. Y todo de una manera sencilla mediante dos o tres pulsaciones de teclado. Primero pulsaríamos Ctrl+Barra espaciadora (esto es configurable) para lanzar Colibri, después comenzaríamos a pulsar las letras del programa que se desea abrir. Habitualmente llega con una o dos pulsaciones y ya se encuentra aquel que queremos. De esta manera, no es necesario utilizar el ratón y perder tiempo buscando el programa en el menú de inicio. Puede parecer una tontería pero os aseguro que se ahorra mucho tiempo. Y si no que se lo pregunten a la legión de adoradores del Quicksilver.

roedores inmunes a la depresión

Acabo de leer en Astroseti una noticia en la cual se comenta que mediante la supresión del gen TREK-1 los ratoncitos seríamos felices e inmunes a las depresiones. Creo que voy a pedir a esos científicos que dejen de experimentar con los de mi especie. Ya estamos hartos de tanto pinchazo y aspirina.

¡Con un poquito de queso ya somos felices!

canciones perdidas

Ayer a la noche fui a un concierto en el que se tocaron fragmentos de óperas famosas como «Rigoletto», «La Traviata», «Don Pasquale»… El concierto constaba de dos partes y en cada una de ellas, el pianista ejecutaba una obra que no aparecía en el programa. Y ahora me siento huérfano porque he escuchado algo hermosísimo y no sé qué es. Me refiero a la obra de la segunda parte. Sólo puedo recordar las sensaciones que tuve durante la melodía y el silencio del auditorio. En ese momento la música lo era todo. En ella se resolvían todos los problemas o dudas y los segundos se estiraban como por arte de magia. Al extinguirse la última nota me llegó un susurro desde un lateral que decía en voz muy baja… ‘¡pero qué bonito!’

veleros

Acaban de llegar a mi ciudad y los oficinistas andamos un poco perplejos. Miramos las cubiertas y nos asombramos por su limpieza y orden. Observamos con curiosidad a los marineros extranjeros. Algunos no son más que unos críos y se mueven con timidez por la ciudad. Otros no caben dentro de sus trajes de gala. Las muchachas ríen y las miradas se cruzan. Hay fiestas en los bares, recepciones, invitaciones VIP para visitar los buques. Llega el fin, las velas se despliegan y el viento juega con el pelo al cepillo de los marineros. Otro puerto que pasa. Han sido sólo cuatro días. Dentro de unos años alguno de esos chicos y chicas no recordará el nombre de la ciudad. Los oficinistas nunca olvidamos los barcos. A veces dejamos las cuentas y miramos distraídamente hacia otro lado. Entonces pensamos: ¿y si yo…?

Esta reflexión suele durar poco. Al rato cabeceamos por la peregrina ocurrencia y volvemos al trabajo.