Pero ¿dónde está el objeto inanimado en Apu?
Piensa.
No quiero pensar. Esa teoría es tuya, así que explícamelo tú.
Las cortinas y la horquilla del pelo. La transición de una vida a otra., el momento crucial de la historia. Apu se ha ido al campo a asistir a la boda de la prima de un amigo suyo. Un matrimonio convenido según la tradición, y cuando aparece el novio, resulta que es tonto, un profundo idiota. Se suspende la boda, y a los padres de la prima del amigo empieza a entrarles el pánico, temerosos de que a su hija le caiga una maldición de por vida si no se casa esa misma tarde. Libre de preocupaciones, Apu se ha dormido entre los árboles, contento de pasar unos días fuera de la ciudad. Se le acerca la familia de la chica. Le explican que es el único soltero disponible, que sólo él puede resolverles el problema. Apu se queda horrorizado. Piensa que están locos, que son un hatajo de palurdos supersticiosos, y se niega a hacerlo. Pero luego lo piensa mejor y decide aceptar. Lo considera como una buena acción, como un gesto altruista, pero no tiene intención alguna de volver a Calcuta con la chica. Después de la ceremonia nupcial, cuando se encuentran finalmente solos por primera vez, Apu descubre que la sumisa muchacha es mucho más fuerte de lo que él creía. Soy pobre, le explica él, quiero ser escritor, no tengo nada que ofrecerte. Lo sé, contesta ella, pero le da lo mismo, porque está resuelta a ir con él. Molesto, desconcertado, pero conmovido a la vez por su determinación, Apu cede de mala gana. La escena cambia a la ciudad. Un carruaje se detiene frente al destartalado edificio donde vive Apu, y se bajan su mujer y él. Todos los vecinos se acercan y miran boquiabiertos a la guapa muchacha mientras Apu la conduce escaleras arriba hacia su pequeña y sórdida buhardilla. Un momento después, lo llaman y se va. La cámara enfoca a la chica, sola en esa habitación extraña, en una ciudad desconocida, casada con un hombre al que apenas ha visto. Finalmente, se acerca a la ventana, sobre la que en vez de cortina cuelga un asquerosos trozo de arpillera. Hay un agujero en el tejido, y por ahí mira hacia el patio, donde un niño en pañales avanza con pasos inseguros entre el polvo y la basura. La cámara invierte el ángulo, y vemos su ojo a través del agujero. Fluyen lágrimas de ese ojo, y es normal que esté nerviosa y asustada, que se sienta perdida. Apu vuelve a entrar en la habitación y le pregunta qué le pasa. Nada, contesta ella, sacudiendo la cabeza, nada en absoluto. Entonces la escena termina con un fundido en negro, y el gran interrogante es: ¿qué ocurre a continuación? ¿Qué espera a esa inverosímil pareja que ha acabado casándose por pura casualidad? Con unas cuantas pinceladas hábiles y decisivas, todo se nos revela en menos de un minuto. Objeto número uno: la ventana. Fundido de apertura, es por la mañana temprano, y lo primero que vemos es la ventana por la que miraba la muchacha en la escena anterior. Pero la desastrada tela de saco ha desaparecido, y en su lugar hay unas limpias cortinas a cuadros. La cámara retrocede un poco, y ahí tenemos el objeto número dos: un tiesto con flores en el alféizar de la ventana. Son señales alentadoras, pero aún no podemos estar seguros de lo que significan. Vida hogareña, ambiente acogedor, un toque femenino, pero eso es lo que debe hacer una esposa, y el hecho de que la mujer de Apu haya cumplido sus tareas no demuestra por sí solo que tenga cariño a su marido. La cámara continúa retrocediendo, y los vemos durmiendo a los dos en la cama. Suena el despertador, y la mujer se levanta enseguida mientras Apu emite un gruñido y se tapa la cabeza con la almohada. Objeto número tres: el sari. Ella echa a andar nada más levantarse, pero de pronto no puede moverse: su ropa está atada con la de Apu. Qué raro. ¿Quién podría haber hecho eso, y por qué? En su rostro hay una expresión contrariada y divertida a la vez, y al instante sabemos que ha sido Apu. Vuelve a la cama, le da un suave golpecito en el trasero, y luego desata el nudo. ¿Qué me dice a mí ese momento? Que mantienen relaciones sexuales satisfactorias, que entre ellos se ha establecido un espíritu juguetón, que están realmente casados. Pero ¿y el amor? Parecen contentos, pero ¿qué solidez tienen sus recíprocos sentimientos? Entonces es cuando aparece el objeto número cuatro: la horquilla del pelo. La mujer sale del cuadro para preparar el desayuno, y la cámara hace un primer plano de Apu. Por fin logra abrir los ojos, y mientras bosteza, se estira y da vueltas en la cama, se fija en algo caído en el hueco de entre las dos almohadas. Introduce la mano y saca una horquilla de su mujer. Es el momento álgido. Alza la horquilla y la examina, y cuando vemos los ojos de Apu, la ternura y adoración que irradian, sabemos más allá de toda duda que está locamente enamorado de ella, que es la mujer de su vida. Y Ray lo consigue sin utilizar una sola palabra de diálogo.
Un hombre en la oscuridad – Paul Auster